Desde hace unas décadas la sociedad se mueve a unos ritmos vertiginosos. Estamos saturados de tareas, trabajo y cosas que hacer a todas horas, enfrascándonos en nuestra rutina sin tiempo para nada. Esto hace que no podamos parar, que no podamos tomarnos la vida con calma para poder ser conscientes de nuestras emociones o simplemente disfrutar de las cosas sencillas y cotidianas. Activamos el piloto automático y realizamos multitarea sin prestar atención a lo que estamos haciendo en ese instante. Por ejemplo, mientras comemos estamos pensando en que al terminar tendré que fregar los platos, recoger la ropa tendida e irme al trabajo, en lugar de disfrutar de la comida, ser consciente de su olor, de su sabor, saber qué estoy masticando, etc.
Esta vida frenética de la que somos rehenes hace también que, sin quererlo y sin ser conscientes de ello, llevemos a nuestros/as hijos/as a un ritmo demasiado rápido, sin dejarles disfrutar del momento presente: “corre, ponte el abrigo que llegamos tarde”, “come rápido que tenemos que irnos ya”, “hoy no hay baño, una ducha rápida que es muy tarde” …
“En nuestra vida diaria muchas veces, nuestro cuerpo está aquí, pero la mente está en otro lado” (Thich Nhat Hanh, 2015).
La práctica del Mindfulness en nuestro hogar ayuda tanto a los/as más pequeños/as como a los adultos a ser conscientes de sus emociones y pensamientos y, por ende, pueden aprender a reconocerlos, aceptarlos y gestionarlos con mayor facilidad.
¿Qué es el Mindfulness?
“Prestar atención de un modo particular: a propósito, en el momento presente y sin establecer juicios de valor” (Jon Kabat‐Zinn, 1990).
Siguiendo esta línea podemos decir que se trata de lograr existir en el aquí y en el ahora, dirigir la atención a lo que hacemos en el momento, sin importar la actividad que estemos desarrollando. Se trata de entrenar a nuestra mente para vivir el presente de manera enfocada.
La Atención Plena nos ayuda ser conscientes de nuestras actividades diarias, desde cepillarnos los dientes, conducir hasta el trabajo, lavar los platos, comer, etc. Cuando conseguimos estar presentes es muy agradable ya que nos permite disfrutar de la vida cotidiana.
¿Cuáles son sus beneficios?
La práctica de la plena consciencia favorece el desarrollo de habilidades en los niños y las niñas para entender que sucede en su interior y en su entorno. Prestar atención a lo que está pasando en el momento presente les ayuda a mejorar tanto el aprendizaje académico como el aprendizaje emocional y social.
Es muy eficaz para la prevención del estrés tanto en los niños y las niñas como en los futuros adultos en los que se van a convertir. Mejora la capacidad de organizar tareas, gestionar el tiempo, tomar decisiones, etc. Todo esto promueve el desarrollo integral, refuerza el autoconcepto y la autoestima.
La toma de consciencia de sus emociones y de las personas que los rodean, favorece a que los/as más pequeños/as se conviertan en personas más compasivas consigo mismas y con los demás, desarrollando una mayor inteligencia emocional. El Mindfulness favorece no solo el plano individual si no que ayuda a mejorar las relaciones interpersonales.
“La plena conciencia tiene el poder, la capacidad de permitirnos ver lo que está pasando. Lo que está pasando en nuestro cuerpo, en nuestras sensaciones, en nuestra mente y lo que está pasando en el mundo” (Thich Nhat Hanh, 2015).
¿Cómo ponerlo en práctica?
La forma más sencilla que tienen los niños y las niñas de aprender es a través de la imitación, por eso como madres y padres tenéis la maravillosa oportunidad de trasmitir conductas a vuestros hijos e hijas únicamente poniéndolas en práctica y siendo ejemplo.
Si tenemos falta de atención, de concentración, estamos estresados…veremos cómo los niños y las niñas también muestran dificultades para estar atentos o concentrados.
Partimos con la ventaja de que los/as niños/as ya viven en el presente, no tienen que desprenderse de hábitos adquiridos.
Por lo tanto, el primer paso como familias es cuidaros, ya que, cuanto más presentes y conscientes estéis en vuestras vidas más lo estarán los y las niñas.
No es una tarea sencilla, ya que en muchas ocasiones se descuida el autocuidado por atender otras responsabilidades, pero lo cierto es que, para cuidar a los demás primero hay que empezar por uno mismo.
Teniendo en cuenta esto, para implantar la práctica del Mindfulness en nuestros hogares no es necesaria una clase magistral sobre el tema, ni que demos un montón de información a nuestros hijos e hijas. Simplemente hablar sobre cómo nos sentimos, que pensamos, es decir, hablar de lo que ocurre en nuestro interior y ser conscientes de las cosas que ocurren a nuestro alrededor, los olores, sabores, sonidos…
Como cualquier hábito que queramos implantar en nuestras vidas, para incorporar el Mindfulness debemos ser constantes. Para que nuestros/as hijos/as tomen consciencia podemos empezar por dedicar 5 minutos de práctica al día e ir ampliando ésta en función de su interiorización, la edad, su madurez, etc. Debemos adaptar el lenguaje y hacer la práctica sencilla, que sea divertido para ellos/as, un juego y no una obligación aburrida. Hoy en día podemos encontrar infinidad de recursos como cuentos, canciones, sonidos, juegos…que ayudarán a que este momento sea agradable y lo reciban con entusiasmo y motivación.