Venimos en general de un estilo de crianza jerárquico, donde la persona adulta es quien sabe y el niño o la niña la que obedece. Vivimos y nos desenvolvemos en un mundo donde la visión predominante es el de la persona adulta. La sociedad actual cada vez es más individualista y donde la inmediatez nos atropella. Actuamos reaccionando a estímulos sin apenas tiempo de reflexión, y en crianza no es diferente, sumando a todo esto, que la crianza que hemos tenido los padres y madres en general es poco ajustada a las necesidades de los hijos e hijas, por lo que repetimos patrones, yo ordeno y tu obedeces, utilizando el chantaje, la amenaza, el castigo, etc.
La crianza consciente cambia el foco, pretender crecer juntos, respetándonos y respetando, potenciando el desarrollo de nuestro hijos e hijas, al tiempo que profundizamos en nuestro autodescubrimiento y crecimiento personal. Intentando ver el mundo con los ojos de nuestros hijos e hijas, no se trata de tener respuestas prefijadas ni estándares, se trata más bien de estar presentes, conscientes e intencionales.
Cada niño y niña son un mundo, pero todos y todas nacen dependientes, y según van creciendo, si son entendidos, escuchados, respetados, tenidos en cuenta, poco a poco irán ganando en independencia.
Ninguna madre y ningún padre pretende dañar a su hijos e hijas, se hace por una falta de control, de autorregulación. Si queremos cambiar hábitos (gritos, amenazas), realmente hay que quererlo, hay que comprometerse con ello, la crianza consciente no es fácil, hay que aprender a vivir la tensión sin perder tu propio equilibrio.
Hay que observar a nuestros hijos e hijas con curiosidad, apertura, aceptación, sin juicios, reconociendo y teniendo presente la naturaleza única de cada niño y niña, su temperamento y necesidades, escuchando con total atención, recogiéndoles con amabilidad y sensibilidad, aceptándonos y aceptándoles sin juicios, reconociendo nuestras propias reacciones impulsivas.
Criar de forma consciente y respetuosa no es fácil, requiere de mucha paciencia, quitándonos el sentimiento de culpa, ser responsables y saber que otra forma de hacer las cosas es posible.
La paciencia es difícil, en esta realidad de prisas, horarios, estrés, etc., para ello es importante darnos cuenta cuando perdemos la paciencia, o estamos a punto de hacerlo. A veces somos demasiado exigentes con nosotros y nosotras, además de con nuestros hijos e hijas, queremos que todo sea perfecto, hacer muchas cosas al mismo tiempo, de forma autómata, sin contemplar más opciones ni posibilidades, sin ser conscientes del entorno ni las circunstancias, corriendo de una actividad a otra, con la sensación de no tener tiempo para nosotros ni nosotras, sin disfrute.
Es importante darse cuenta que lo que hacen nuestros hijos e hijas, no es lo que nos hace perder la paciencia, no es el acto en sí, suele ser nuestro estado, si estamos cansados o cansadas. También solemos perder la paciencia cuando nuestro hijo o hija hace algo que nos remueve, por ejemplo, si para mí es muy importante el orden y mis hijos o hijas sacan la ropa del cajón y la tiran por el suelo, por lo que es importante identificar esos patrones que nos hacen perder la paciencia.
Otro de los momentos difíciles e importantes en la crianza suele ser a la hora de establecer los límites, sobre todo cuando los adultos no tenemos claros nuestros propios límites, solemos hacer cosas que no queremos, por compromisos, porque nos cuesta decir que no, porque nos dejamos llevar, etc. Los límites en la crianza tradicional eran impuestos de forma autoritaria, riñendo con enfados, chantajes, etc. En la crianza consciente y respetuosa es importante darse cuenta de que somos ejemplo, es necesario pensar los límites y hacerlos conscientes. Los límites tienen que ver con la integridad física, psíquica y emocional, es lo más importante y lo que les ayudará a desarrollarse de una forma asertiva y con su máximo potencial. Hay que poner las condiciones necesarias para que los límites se cumplan, y esas condiciones pasan por comprender a mis hijos e hijas y comunicarse con ellos y ellas para que los puedan comprender, límites asertivos y respetuosos pero firmes y claros. Las normas son más arbitrarias, dependen de cada familia, hogar o persona.
La crianza consciente ayuda a desarrollar una autoestima sana, hace que nuestros hijos e hijas se sientan más seguros de sí mismos, se sientan válidos, comprendidos e importantes.
Hay que ponerse en sus zapatos ver el mundo con su mirada y sintonizar con ellos. Consciencia, conexión con nosotros y nosotras y con nuestros hijos e hijas.