¿Qué nos parecería si una empresa encargase trabajo a sus empleados y empleadas durante sus vacaciones? Seguramente levantaría cierto grado de indignación y lo experimentaríamos como injusto. Entonces, ¿por qué no percibimos de la misma manera los deberes encomendados en el período vacacional a los niños y las niñas? A lo largo de todo el curso escolar se ven bajo la obligación de cumplir con un innegable y elevado nivel de exigencia en relación a las tareas escolares y cuando llega el verano, es beneficioso que puedan desconectar de estas rutinas y disfrutar de un merecido descanso para poder retomar la vuelta a las clases con ilusión y entusiasmo.

Esta estación supone un tiempo de vivencias que, debido a su intensidad, suele generar cambios significativos en el desarrollo y adquisición de nuevos aprendizajes.

Por ejemplo, aprender a montar en bici, experimentar unos días de campamento, establecer relaciones sociales con amistades nuevas, etc. Además del impacto que todo esto provoca, se suma que este corto ciclo de tiempo sirve de asimilación de todo lo aprendido durante el año efectuándose un proceso de eliminación donde se descarta aquello más prescindible y se deja espacio para los nuevos conocimientos que van a llegar.

Entonces, ¿Deberes sí o deberes no?

El principal objetivo que persiguen los deberes es el reforzamiento de los contenidos académicos abordados durante el itinerario escolar para promover el afianzamiento de los mismos en el alumnado. Por otro lado, la recomendación de estas actividades persigue contribuir al mantenimiento de la rutina integrada, es decir, que no pierdan el ritmo y les sea más fácil la vuelta a las clases en septiembre.

Sin embargo, esta visión implica asumir que los procesos de aprendizaje tienen lugar únicamente en el entorno escolar y que las tareas escolares en forma de los tradicionales deberes son la única vía de refuerzo para afianzar todos los conocimientos y habilidades trabajadas.

En muchas ocasiones el ambiente natural proporciona determinadas enseñanzas más enriquecedoras frente a las situaciones didácticas planteadas desde el contexto formal de la escuela. Asimismo, quedan constatados los aspectos positivos de aquellas formas de aprendizaje más experimentales con componentes lúdicos, creativos y participativos para los niños y las niñas. Aparte, cabe destacar el decisivo papel de la motivación como motor de procesos de enseñanza-aprendizaje y los componentes emocionales como estimuladores de dicho proceso.

Por todo lo expuesto, justamente el verano ofrece un escenario ideal donde encontrar oportunidades de ejercitar habilidades a través de las cuales pueden explorar sus verdaderos intereses e inquietudes.

¿Cómo promover esas situaciones de aprendizaje durante el verano?

Como padres y madres tenemos la oportunidad de acompañarles favoreciendo la superación de retos y el mantenimiento de hábitos que hagan aumentar su autoconfianza, y todo ello mediante vías que estimulan el placer y el disfrute.

El aprendizaje puede impregnar cualquier actividad desarrollada en familia: en la naturaleza, viajando, jugando o incluso quedándonos en casa.

Una de las principales premisas a tener en cuenta sería despertarles la inquietud por indagar y tener presente que descansar, disfrutar y compartir más tiempo con la familia serán las condiciones esenciales que guíen la dinámica del presente en esta época del año.

Por otro lado, podemos también fomentar una serie de capacidades en nuestros hijos y nuestras hijas relacionadas con diversas competencias tales como:

  • Competencia en comunicación lingüística
  • Competencia matemática
  • Competencia en el conocimiento y la interacción en el mundo físico
  • Tratamiento de la información y competencia digital
  • Competencia social y ciudadana
  • Competencia cultural y artística
  • Competencia para aprender a aprender
  • Autonomía e iniciativa personal

Todas y cada una de ellas pueden ser ejercitadas a través de varias actividades que podemos incluir en la vida veraniega familiar. Un ejemplo de propuesta puede ser la realización de una actividad semanal atractiva con la familia y después elaborar un diario donde recoger detalles de la experiencia para así fomentar el entrenamiento en habilidades de lecto-escritura. Este cuaderno puede verse complementado con fotos, dibujos, mapas, etc. relacionadas con dichas las acciones lo cual hará contribuir al impulso de la capacidad de investigación y creación.

Igualmente relevante es la participación en actividades culturales y de socialización como visitas a museos, conciertos al aire libre, cine en familia, conocer lugares de interés histórico, para el fomento del entrenamiento en habilidades sociales y el reconocimiento de elementos históricos importantes ya sean del entorno próximo o en el caso de otros lugares fuera de nuestro lugar de residencia.

En cuanto a las competencias relacionadas con el cálculo, podemos aprovechar las tareas de la vida cotidiana para seguir ejercitando dichas habilidades; cuando vamos a hacer la compra al supermercado y debemos calcular la lista y los precios, en la elaboración de recetas convirtiendo la cocina en un laboratorio de divisiones y multiplicaciones etc. Además, podemos apoyarnos en los tradicionales juegos de mesa o incluso juegos de ordenador o tablet para ayudarles a seguir ejercitando la lógica como potencial cognitivo.

Simultáneamente, el verano es una época magnífica para la práctica de idiomas: conocer turistas que hablen otra lengua e intentar establecer una comprensión comunicativa, campamentos de verano con inmersión en una lengua o simplemente la lectura o visionado de películas y dibujos animados en un idioma diferente al propio.

Y por supuesto, todas aquellas actividades deportivas que quizá en otras épocas del año no podemos practicar tan fácilmente.

En definitiva, tenemos a nuestro alcance una larga lista de tareas que podemos encomendar a modo de “deberes” para extender el proceso de aprendizaje y desarrollo integral de nuestros hijos e hijas sin necesidad de sentarse frente a un cuadernillo de actividades.

Y es que de lo que se trata es acercar la vida real a los conocimientos transmitidos en la escuela reforzando los aprendizajes adquiridos en ella y tomando como aliados el descanso y la diversión para favorecer un tipo de aprendizaje diferente y vivencial.

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