El miedo a equivocarnos es una de las preocupaciones más intensas que tenemos las personas en nuestra vida, también durante los procesos de crianza. Es tal la forma en la que nos afecta, que en muchas ocasiones decidimos tomar o no una decisión por este miedo tan real.
Sin embargo, el ser humano vive su día a día en sociedad, con interacciones constantes con el resto de personas; en la familia, con los amigos, en el trabajo, en la escuela de nuestros hijos e hijas… En todos estos contextos, tomamos decisiones constantemente, desde que empieza hasta que acaba el día. Decidimos qué comer, qué vestir, cómo ir al trabajo, qué haremos en los días libres. De esta forma, ¿por qué tenemos tanto miedo a equivocarnos? ¿Por qué tememos al error?
Al final, como dice el refrán, equivocarse es de sabios.
Y nunca fue tan acertado ese dicho. Los errores forman parte de la toma de decisiones. Según la RAE un error es una “acción desacertada o equivocada” que cometemos todas las personas con más o menos frecuencia. Por eso, el error forma parte de la vida.
En el aprendizaje durante la infancia y adolescencia, el error es parte de este proceso. Durante la crianza, los padres y madres toman decisiones constantes con respecto a sus hijos e hijas. Cuando éstos se equivocan los padres y madres actúan como modelo, enseñándoles las pautas de comportamiento, los valores, las aptitudes e inculcándoles una socialización primaria.
La familia cumple la función de moldear la conducta de sus hijos e hijas.
¿Cómo educamos a nuestros hijos e hijas en la reparación de los errores? ¿Qué enseñar cuándo se equivocan?
Estas son algunas de las preguntas que se hacen las familias, y todas tienen puntos en común. La familia es el grupo de personas donde se dan las relaciones afectivas más íntimas y los aprendizajes más intensos. Además, fomenta el desarrollo integral de todos sus miembros, enseñando también a reparar los errores.
En el largo camino de aprendizaje y desarrollo, los niños y niñas van aprendiendo a través de las relaciones con los demás. En algunos momentos, se equivocan y cometen errores, lo que hace que sea importante enseñarles a repararlos y transmitirles desde las figuras de referencia la importancia de las disculpas, la restauración del daño o el perdón.
Cuando les explicamos que sus acciones pueden molestar, dañar o afectar al resto de personas, les estamos educando en la empatía, en la capacidad de ponerse en el lugar del otro. Esto, a largo plazo generará en ellos un correcto desarrollo afectivo-social y favorecerá sus relaciones e integración social.
Concluyendo, enseñar a reparar los errores, a pedir perdón o disculpas tiene un efecto educativo y rehabilitador sobre los niños, niñas y adolescentes. Aprenden a gestionar las conductas, sus emociones, a comprender los sentimientos de los demás y a darles valor y mejorar su comprensión sobre las relaciones familiares, afectivas y sociales.
Equipo PAIF.